domingo, 29 de enero de 2012

Desafío Latinoaericano- Ante la guerra capitalista

Por Jorge Muracciole

Sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA
Desde hace años el accionar de numerosos movimientos sociales resiste la depredación de las reservas naturales del planeta en su lucha por garantizar la vida.
Mientras la Eurozona se debate en plena crisis recesiva, instalada en el discurso neoliberal con sus clásicas medicinas de reducción drástica del déficit fiscal y degradación de los estándares de consumo de la mayorías que viven de su trabajo, en las economías emergentes se evalúa la llegada a corto plazo de las secuelas del tsunami económico de los países centrales. Los efectos de ese tsunami serán la reducción de sus exportaciones y la marcada morigeración de las tasas de crecimiento de sus PBI. Estos problemas forman parte de las urgencias de los gobiernos en la actual globalización capitalista. Unos preocupados por no alterar el nivel de crecimiento y otros por garantizar la reducción drástica de sus millonarios déficits, invisibilizan o dejan para mejor ocasión temas que se convierten en prioritarios para el futuro del planeta y sus habitantes. La excepción a tamaña insensibilidad ha sido desde hace años el accionar de numerosos movimientos sociales que resisten la depredación de las reservas naturales del planeta en su lucha por garantizar la vida. La tierra, el agua y el ecosistema hoy están amenazados por la lógica irrefrenable de importantes empresas multinacionales de carácter extractivo imbuidas de una lógica depredatoria de generación de recursos y dispuestas a obtener ganancias cueste lo que cueste y caiga quien caiga.




En su libro Dos pasos adelante uno atrás, la cientista social Isabel Rauber afirma que en el estadio actual de la globalización capitalista, la continuidad de la lógica de producción y acumulación del capital amenaza a toda la humanidad. Este peligro potencial se resume y expresa en la contradicción antagónica entre la vida y la muerte transformándose en el problema fundamental del escenario contemporáneo. Rauber considera que “construir una civilización superadora de lo hecho hasta ahora no es tarea de pocos ni de elegidos. Por el contrario, requiere necesariamente de la participación de la humanidad toda, o al menos de la mayoría. Esto reclama de la sucesión concatenada de procesos histórico-concretos que vayan abriendo canales para la participación en dimensiones diversas, creando y acuñando, a la vez, nuevas prácticas de interrelación humana en lo social, político, económico y cultural”. En tal sentido, los actuales procesos de luchas sociales y las experiencias de los gobiernos de raíz transformadora constituyen laboratorios del nuevo mundo que pueden ayudarnos a crecer colectivamente en saberes, si somos capaces de seguir y apropiarnos críticamente de dichas experiencias. Ellas constituyen, a la vez, fuentes de inspiración para la vida. La brújula está, pues, en el accionar-pensar constante de los movimientos. Estas afirmaciones coinciden con las de otros autores que han estudiado el devenir de los movimientos sociales y sus diversas articulaciones con determinados gobiernos que con políticas heterodoxas lograron diferenciarse de diversa manera del neoliberalismo hegemónico. Esta es una de las consecuencias de la profunda debacle del modelo neoliberal en especial en Latinoamérica. Los movimientos sociales han tenido un papel fundamental en las luchas contra el neoliberalismo a lo largo de los ’90 y en el nuevo siglo ya que orientaron sus luchas hacia la resistencia a las lógicas de mercado. Durante los últimos 30 años se fue construyendo lentamente una nueva mentalidad en los movimientos sociales. Estos ponen hoy el énfasis en la defensa de la vida y se manifiestan contra la depredación económica y ambiental. Aunque no hayan podido evitar el cese de la explotación –eje central de las luchas de los ’70 de los llamados movimientos revolucionarios– han podido consolidar, en un contexto de profunda asimetría, un lugar con propuestas alternativas e instalar la confrontación con diversidad de prácticas propias de la lógica financiera, todavía hoy dominante no sólo en los sectores ligados al poder, sino en el imaginario de un significativo universo de las clases subalternas en las sociedades contemporáneas.


Se Se puede afirmar, como lo expresa Isabel Rauber, que “los movimientos abonaron el camino de la llegada de los gobiernos populares porque fueron protagonistas de resistencias y luchas de los pueblos”. Existen diferencias entre los procesos políticos. Estos tienen ritmos, historias y disputas distintas, como ocurre por ejemplo con los casos de Ecuador y Bolivia. Pero estas tensiones implican que hay diálogo y un debate posible permite el apoyo crítico de los movimientos, a esos gobiernos en disputa. Es en esta dirección que habrá que seguir impulsando y profundizando las medidas que atiendan las urgentes necesidades que atraviesan nuestros pueblos en la resistencia a la depredación de las grandes corporaciones.


Los gobiernos de Morales y Correa están en tensión con los movimientos indígenas y sociales. En el caso argentino se da la problemática de la expulsión de los campesinos pobres pertenecientes a los pueblos originarios por grandes terratenientes con el amparo de gobiernos provinciales. Hoy la resistencia popular se expresa a través de los habitantes de Famatina en defensa de la vida, en contra de la depredación del medio ambiente y la contaminación de las escasas reservas acuíferas de la región por corporaciones internacionales. Las potencialidades de los movimientos sociales opuestos a la megaminería, y a la extracción a cielo abierto de las riquezas mineras abren un debate de urgente resolución en nuestro país.

Rauber se apoya en la idea de que “la constitución del sujeto es permanente, es parte del caminar”. Por eso es importante tener presente que es preciso como nunca antes seguir en la disputa de la construcción social, cultural, económica y política de lo nuevo, incluyendo a los actores en el proceso de cambio y transformación. La instalación de un gobierno popular supone la conformación de nuevas interrelaciones sociales y el surgimiento de nuevas contradicciones, conflictividades, afinidades e interacciones de fuerzas e intereses sociales, económicos, culturales y políticos acordes con la nueva realidad política e institucional, de conjunto. Se establece así un nuevo mapa sociopolítico con nuevas tareas y desafíos para los actores sociales, ahora claramente confrontados en su matriz política o sociopolítica.Profundizar la discusión sobre el modelo de sociedad y el rol tanto de los movimientos sociales como de los trabajadores, en la constitución de ese entramado social, capaz de constituirse en garantes de una sociedad más justa, que priorice el factor humano sobre el beneficio económico; la tarea es, de alguna manera, entenderse con la necesidad de preservar el patrimonio y recursos naturales escasos, como la tierra y el agua.

En coincidencia con la mencionada autora, la pregunta es si la batalla contra esa lógica hegemónica a escala global se puede combatir eficientemente con meras alternativas desarrollistas. Un  paradigma suicida  atraviesa la economía mundo. La forma “depredatoria de generar los recursos” ha construido un sistema deshumanizado, al promover la alienación propia del  consumismo sin límite como meta . Quizás haya llegado el momento de anteponer una nueva lógica civilizatoria que nos aleje de ser inevitablemente objetos de consumo que sobreviven  al libre arbitrio del dios mercado
Fuente Tiempo argentino

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