viernes, 18 de septiembre de 2009

Defendamos la dignidad histórica de los pueblos de Nuestra América.

"Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre horado". José Marti.

por: Juan Almendares

La lucha por la verdad y la justicia despierta la conciencia de liberación. Hace quinientos años ningún colonizador nos descubrió; porque éramos pueblos con cultura y dignidad propias. La globalización comenzó con el coloniaje, la esclavitud, el racismo, la humillación y la acumulación histórica del capital.
A este continente los colonizadores, le llamaron “América”. Nuestras lenguas fueron cortadas con el filo del puñal del sufrimiento y nos obligaron a hablar las lenguas de occidente.

Los pueblos originarios: los cunas y los mayas le llamaron a este continente Abya Yala que quiere decir “tierra madura”, “tierra viva” o “tierra en florecimiento”. Los aztecas lo bautizaron con el nombre Cem Anahuac que en náhuatl, significa “tierra rodeada de las grandes aguas”.

Alfonso Reyes al referirse a La Visión de Anahuac, dijo: “Procuraría extraer e interpretar la moraleja de nuestra terrible fábula histórica, buscar el pulso de la patria en todos los momentos y en todos los hombres…pedir a la brutalidad de los hechos su sentido espiritual: descubrir la misión del hombre mexicano en la tierra, interrogando pertinazmente a todos los fantasmas y las piedras de nuestras tumbas y nuestros monumentos”.

Dos culturas: América Anglosajona y América Latina. Ni el nombre de América Latina es nuestro, porque corresponde a los pueblos que hablan lenguas romances: español, portugués y francés. El Caribe que fue colonizado por ingleses, holandeses, franceses y españoles; pertenece a Nuestra América.

Nuestra historia está escrita con la sangre del indígena , el negro, el campesino,
el obrero(a) el estudiante e intelectual que por su rebeldía fueron torturados, asesinados y desaparecidos. En la escena de los crímenes de lesa humanidad figuran piratas, filibusteros, mineras, bananeras, camaroneras, el tabaco, el guaro, licores y drogas, los marines y ahora los gendarmes de los bancos mundiales, guardaespaldas serviles de las multinacionales y los malinches intelectuales al servicio del globalismo imperial.

En 1920 fue escrita la Carta Rolston y se refiere a las “Banana Republics.” Refleja el dominio del capital. La esencia no ha cambiado: las concesiones en Honduras continúan con todos sus privilegios; ahora más garantizadas por el TLC; la explotación minera en el Lago de Yojoa, por la American Pacific, la Gold Corp en Valle de Siria y Yamana Gold en San Andrés, Copán. La Standard Fruit Company, que todavía no indemniza a miles de hombres y mujeres que fueron afectados por el Nemagon (Dibromo Cloropropano); la British American Tabaco Company que sigue enfermando a los niños, niñas y jóvenes, El Tratado de Libre Comercio (TLC ), que garantiza que las empresas multinacionales no paguen impuestos mientras que los hondureños tienen que hacerlo. Las pobres mujeres tortilleras pagan impuestos; sin embargo las trasnacionales de alimentos basura no lo hacen.

Al respecto Rolston decía: “Debemos obtener concesiones, privilegios, franquicias, abrogación de impuestos aduaneros, exonerarnos de toda carga pública, de gravámenes, y de todos aquellos impuestos y obligaciones, que mermen nuestra defensa económica”.

“Es indispensable cultivar la imaginación de estos pueblos avasallados, atraerlos a la idea de nuestro engrandecimiento y de una manera general, a políticos y mandones que debemos utilizar. La observación y estudio cuidadoso, nos permite asegurar que este pueblo envilecido por el alcohol es asimilable para lo que se necesita y destine; es nuestro interés procurarnos porque se dobleguen a nuestro exclusivo beneficio; generalmente, éstos como aquellos, no tienen convicciones, carácter y menos patriotismo; y sólo ansían cargos y dignidades, que una vez en ellos, nosotros se los haríamos más apetitosos.”

Los partidarios de la globalización neoliberal han tomado muy en cuenta las recomendaciones de Rolston para lo cual los Chicago Boys dirigidos por Milton Friedman promovieron la privatización de la educación y la salud , el agua; ahora por un puñado de dólares algunos empresarios y funcionarios han vendido la conciencia a las multinacionales para servir a la globalización imperial, oponiéndose a todo proyecto que contribuya a la alianza histórica de los pueblos de Nuestra América.

En igual forma el proceso de acumulación histórica del capital ha establecido las alianzas maléficas entre el capital financiero internacional, las oligarquías y la burguesía empresarial parasitaria, desnacionalizadas que solo buscan el lucro para aplastar la cultura. Los sectores populares organizados, las capas medias y los empresarios que pertenecen a una burguesía nacional bajo una visión más patriótica levantan su voz para defender nuestra dignidad.

El maestro Martí decía: “Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza”.

Nuestra historia es inseparable de las relaciones de dominación con Estados Unidos de América y de nuestros sueños de liberación de los pueblos hermanos.

El pensamiento de Bolívar sigue vigente: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria a nombre de la Libertad”.

Ser amigo no es ser servil, o esclavo de la amistad; es actuar con respeto a una persona, comunidad o Estado. Es ser justo, solidario en la defensa de los derechos humanos y del amor planetario. Siempre hay que decir la a verdad a los sistemas injustos, sin importar las consecuencias.

www.dignidaddelospueblos.worldpress.com







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