lunes, 23 de febrero de 2009

ÀFRICA: Burkina Faso- Monsanto

Le Monde diplomatique Año II, Número 22, Febrero de 2009

Por: Françoise Gérard

Monsanto al asalto de Burkina Faso

Bukina Faso, un un pequeño Estado entre los más pobres del mundo, se ha lanzado discretamente al cultivo de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), en este caso el algodón Bt (1). La asociación de Ouagadougou con el productor de semillas estadounidense Monsanto, revelada al gran público en 2003, suscitó mucha controversia entre los campesinos y las asociaciones locales porque representa un test para el desarrollo de los OGM en toda el África Occidental. ¿Cómo llegó Burkina Faso a trabajar con una empresa célebre por su herbicida “Round Up” y su “agente naranja” (2)? La sacrosanta “lucha contra la pobreza”, a la cual los OGM aportarían su contribución, dinamizando la agricultura burkinesa, parece haber sostenido la explicación; pero las motivaciones reales de los socios sólo comienzan a hacerse conocer bajo la presión de las asociaciones…

Aunque Burkina Faso firmó la Convención sobre Diversidad Biológica en 1992 y el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad de 2000, los primeros ensayos del algodón Bt comenzaron en 2001 dentro del mayor secreto. Esos tratados internacionales estipulan que los países involucrados deben tener un marco legislativo y tomar las mayores precauciones antes de comenzar el cultivo de OGM. Además, los signatarios se comprometen a informar a la población de los peligros que suponen y a no tomar ninguna decisión sin una amplia concertación pública.

Sin embargo, recién en 2003, durante un taller sobre bioseguridad en Ouagadougou, la Liga de Consumidores se enteró de la existencia de esos ensayos y divulgó lo que el Instituto de Medio Ambiente y de Investigación Agrícola (Inera) había disimulado. Monsanto pretendió que los ensayos se habían efectuado en “espacios confinados”. En realidad, se trataba de parcelas rodeadas de redes despedazadas.

Entonces, fue “una vez los hechos consumados” que Burkina Faso se puso en regla, haciendo ratificar por el Parlamento en abril de 2006, el Régimen de Seguridad en Biotecnología. Los setenta y cinco artículos de esta ley habrían podido tranquilizar a los opositores de los OGM, si no fuera que está estipulado que su objetivo es “garantizar la seguridad humana, animal y vegetal, y la protección de la diversidad biológica y del medio ambiente” (art. 22), estando encargada de la evaluación de los riesgos la Agencia Nacional para la Bioseguridad (ANB). Ahora bien, precisamente porque los riesgos son incontrolables es que sus opositores cuestionan los cultivos OGM (3)…

Monsanto eligió a Burkina Faso porque es el mayor productor de algodón de África Occidental, antes de Mali, Benin y Costa de Marfil. Además, su situación geográfica hace que sea un caballo de Troya de las biotecnologías en la región. Las fronteras son porosas: se sabe que las fábricas de desgranar (o desmotadoras en el caso del algodón) favorecen los intercambios involuntarios. La contaminación “accidental” de las plantas por los OGM beneficia a las firmas conquistadoras, porque una planta contaminada ya no puede volver a su estado anterior y nada distingue ante el ojo desnudo una planta genéticamente modificada de otra.

Además, los controles técnicos, muy costosos, no están al alcance de las comunidades rurales. Muy suavemente, los OGM se van imponiendo a espaldas de los ciudadanos. Aunque Benin renovó por cinco años una moratoria sobre los OGM, Mali acaba de ceder a la presión y autorizó los ensayos de algodón Bt.

Burkina Faso era el eslabón débil de la región porque su presidente, Blaise Compaoré, intentaba restablecer relaciones con la “comunidad internacional”, después de haber sostenido activamente a Charles Taylor –actualmente ante la justicia internacional (4)– durante la mortífera guerra civil de Liberia en los años 1990. Estaba sospechado de haber alimentado el tráfico de armas y de diamantes en la subregión. En algunos años, Burkina Faso se convirtió en un alumno modelo de las instituciones financieras internacionales y de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Así, la asociación con Monsanto constituyó un gesto político hacia Estados Unidos, muy descontento por la actitud de Compaoré en Liberia.

A partir de 2003, el ministro de agricultura Salif Diallo hizo del algodón OGM su caballito de batalla. La Unión Nacional de Productores de Algodón (UNPCB), dirigida por François Traoré, después de haber manifestado sus inquietudes, cambió de opinión gracias a un 30% de participación en la Sociedad de Fibras Textiles (Sofitex), principal empresa algodonera burkinesa, privatizada a pedido del Banco Mundial. Campesinos disidentes crearon en 2003 el Sindicato Nacional de Trabajadores del Agro Pastoril (Syntap), en una salvaje oposición a los OGM. Un líder campesino, Ousmane Tiendrébéogo, se rebeló: ”Nosotros no contamos más que con la agricultura, por eso no tenemos derecho a jugar a la ruleta rusa con nuestro futuro”.

Frente a la UNPCB se encontraban tres empresas algodoneras: la Sofitex en la región oeste, la Sociedad Algodonera de Gourma (Socoma) en la región este, y Faso Coton, en la región centro; estas empresas constituyen un monopolio que, con la UNPCB, fija el precio anual: para 2008, 165 francos CFA (moneda de los 14 países de la Comunidad Financiera Africana) (0,25 euros) el kilo de algodón “de primera selección”. Esas empresas proveen –a crédito– los insumos, los insecticidas y los herbicidas necesarios y luego, cuando la cosecha se ha realizado, vienen a recoger la fibra al campo para llevarla a la desmotadora.

Este sistema de “hacerse cargo”, heredado del sistema colonial, tiene doble filo, porque no le deja ninguna autonomía al productor. Como propietario de su parcela, teóricamente puede abandonar el algodón si piensa que el beneficio que da es insignificante, y adoptar otro cultivo de renta, como el sésamo (5). Pero en realidad su endeudamiento y su escaso nivel de instrucción, así como los productos suministrados por las empresas algodoneras lo hacen muy dependiente del sistema. Yezuma Do, productor, relata: “Vinieron con las autoridades y los gendarmes para decirnos que el año próximo todos haremos algodón Bt, porque es mejor para nosotros. Pero no nos dicen el precio de las semillas. Y si nos negamos, la UNPCB nos advierte que no podremos desmotar nuestro algodón convencional en la región”. Cansado de la guerra, Do está pensando, junto con muchos de sus vecinos, renunciar al cultivo del algodón.

La UNPCB y las sociedades algodoneras se han constituido como Asociación Interprofesional del Algodón en Burkina (AICB). En concertación con los investigadores del Inera y con Monsanto, la AICB supervisa la formación de los técnicos y de los productores. Ella es quien fija el precio de la semilla Bt para 2009… Y el círculo se cierra. En 2008, se cultivaron 12.000 hectáreas de algodón Bt, tipo Bollgard II, con el fin de procurar las semillas para 300.000 a 400.000 hectáreas, ya que la ANB había autorizado la producción comercial del algodón Bt para 2009.

¿Qué ocurrirá realmente? Aunque la semilla de algodón convencional recogida en la cosecha sólo cuesta 900 Francos CFA (1,37 euros) la hectárea, los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI) que se le deben a Monsanto pueden llegar a superar los 30.000 francos CFA (45 euros) la hectárea (6). Se limitan a tranquilizar a los campesinos prometiéndoles que el precio no excederá sus recursos.
ha constituido un frente anti-OGM que reúne a las asociaciones, y se denomina Asociación para la Conservación del Patrimonio Genético Africano (Copagen). Grupos de países vecinos también lo integran: Benin, Mali, Costa de Marfil, Níger, Togo y Senegal. Aunque su capacidad financiera sea restringida, la Copagen organizó en febrero de 2007 una caravana a través de la subregión, con el fin de sensibilizar e informar a las poblaciones acerca del peligro que los amenaza. Esta manifestación culminó con una marcha de protesta en las calles de Ouagadougou. En las pancartas podía leerse: “No al dictado de las multinacionales”, “Cultivar bio es verdaderamente proteger nuestro medioambiente”; “Los acuerdos de asociación económica (APE) (7) y los OGM no son soluciones para África, incluso están en contra nuestra: stop-reflexiona-resiste”.
Se

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