martes, 16 de diciembre de 2008

60 ANIVERSARIO DE LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

MEMORIA CON OJOS DE NIÑO

Por: Mariana Contreras
Brecha.
Viernes 12 de diciembre de 2008.

Sufrieron la dictadura de diferentes formas: el exilio, la cárcel de sus padres, la muerte de sus familiares, y sus recuerdos son los de quienes vivieron la historia con ojos de niño y adolescente. Brecha conversó con Andrés Gilmet (36), Marisa Busakr (40), Gabriel Otero (38) y Marys Yic (44), integrantes del grupo Memoria en Libertad, que reúne a esos niños 30 años después.

* ­¿Por qué surgió Memoria en Libertad?

M B ­Primero por la necesidad que en ese momento teníamos tres personas, que siempre quisimos juntar a todos los que habíamos vivido una situación similar. Al principio queríamos rearmar la historia que nosotras tres vivimos cuando niñas: habíamos pertenecido a una guardería para hijos de presos políticos, en el 72, que luego fue clausurada. Después nos fuimos encontrando con otra gente conocida, que había vivido una situación similar (todos los que en esa época eran niños y adolescentes y vivieron distintos aspectos de la represión: hijos de presos, desaparecidos, exiliados) y que tenía esa misma necesidad.

*­¿Cuál era esa necesidad?

M B ­Juntarse con los pares, volver a tener un grupo de pertenencia. Pero en el fondo, lo que en realidad existe –y va a existir hasta que no lo logremos– es la necesidad de sanar. Poder recomponer la historia personal y colectiva. Ese es el objetivo primario. También ayudar a la gente de nuestra generación que quedó mal.

A G ­Uno de los grandes logros del grupo fue definir muy claramente los objetivos: reparar y sanar, apostar a la recuperación de la memoria colectiva. Se violentaron nuestros derechos siendo niños y adolescentes, y nos propusimos trabajar para que eso no pase más. Siento que es un debe en todo este tema de la dictadura: que reconozcan que en este país se violaron los derechos de niños, niñas y adolescentes, que no fue un tema colateral, fue directo. Estamos seguros de que acá hubo cosas que apuntaron en contra de los gurises.

*­¿A qué te referís exactamente?

G O ­Fue sistemático. Más o menos, sin habernos conocido, o reencontrándonos luego de 30 años, vemos que nos pasó lo mismo. La gravedad nunca la podés medir, si violentás a un niño no podés decir que tal o cual manera es peor o menor. Además, destacamos que no somos un grupo de hijos: niños y adolescentes pero de todos los que sufrieron: el hermano del preso, el sobrino, el nieto...

A G ­Hay una constante: el tema del silencio. Durante muchos años procuramos no hablar de las cosas, de lo que pasó. Estuvimos durante mucho tiempo indentificando como víctimas a otros y no a nosotros. Y de repente vemos que podemos hablar, nos entendemos, somos un grupo de gente que pasó por lo mismo, sintió lo mismo. Hay cosas que nosotros las teníamos ahí, como en el imaginario, entre el recuerdo y dudar de si eran o no verdad, pero eran ciertas. Cuando nos juntamos empezaron a saltar cantidad de cosas y el silencio de años se empieza a abrir.

* ­¿Se sana eligiendo como grupo de referencia a toda la gente que sufrió?

M Y ­Sanás porque al estar en grupo podés sacar cosas, te animás a contar. Sabés que el que está al lado tuyo te va a entender porque pasó por lo mismo. El mismo dolor te impide enfrentar el daño, y vos sabés que con ellos es más fácil, aunque cada uno tiene su raye.

*­¿Les pasaba que con sus amigos no podían hablar?

M B ­Tuvimos de desarrollar como una doble vida. Una cosa eras vos en tu casa, tu núcleo, y otra hacia afuera. Ahí vos tenías que fortalecerte y seguir: una de las vías era callarte y ocultar.

* ­¿Por qué ese temor?

M B ­No era temor, era realidad. Vos tenías que tener otra cara, otra actitud frente al mundo exterior que estaba arrasando con tu familia, tus amigos... ­Claro, pero eso durante la dictadura.

*¿Y después?

M B ­ Y después supongo que por cuestiones de la vida misma. Todos crecimos, formamos nuestra familia, estudiamos... no era tiempo, tal vez. Eso es lo que a mucha gente le cuesta entender...

M Y ­Cuando fui a hacer la denuncia al Parlamento, un diputado me preguntó ¿y por qué esperaste 30 años para hacer la denuncia? Hay miles de razones... uno lo ve en el caso judío, los armenios... no es tan fácil.

G O ­No es sólo para afuera. Tengo 18 años de casado y mi esposa se enteró de muchas cuestiones hace un año. He generado en mi familia un maremoto.

M Y ­Yo me casé a los 18 años para irme de mi casa, no soportaba más ese lugar donde había pasado todo lo que pasó: cuando secuestran a mi padre yo tenía 12 años y cuando lo asesinan cumplía los 13. Estuve diez años casada y soy divorciada. Ahora, que empecé con el tema de derechos humanos, que trabajo para El Popular, empecé con la denuncia y a investigar qué había pasado con mi padre, empecé a mandarle a mi ex marido todos los artículos. Y me mandó una carta que termina diciendo “si yo hubiera sabido por todo lo que pasaste y la contención que necesitabas, todo hubiera sido diferente”. Ni mi ex sabía... no porque quisiera ocultarle, no podía contarle.

A G ­Así como el universo del grupo es muy amplio, así son de diversas las historias. Hay cosas que son comunes, el hecho de haber formado esa coraza y haberla mantenido es común a muchos. A veces la mantenés por cuestiones personales, a veces no querés salir del cascarón. En mi caso, estuve exiliado desde los 6 años y medio. Caímos de las llamas al brasero: en Honduras en el 78. Estando allá llegamos a arrancarle los papelitos a los casetes de música, rompíamos las carátulas porque no los podíamos tener en casa. Siempre estabas con ese temor. Y mucho menos decir por qué estabas ahí. Allá en la década del 80... en mi caso se hablaba muy poco, tardamos muchos años en hablar muchas cosas.

M B ­Esa situación se sigue manteniendo al día de hoy. Hay muchos compañeros nuestros que vienen al grupo con nosotros y no pueden siquiera contar su experiencia ­Yo quisiera profundizar en algo: cuando hablé de víctimas de segunda generación me corrigieron y se denominaron víctimas directas. Ese es un tema que hoy, ley de reparación mediante, está en debate: ¿cómo definir quiénes fueron víctimas?

M B ­Teníamos claro, cuando empezamos a formarnos, que esa iba a ser una gran discusión, que iba a implicar un cambio de cabeza. Siempre fuimos vistos como hijos de presos, exiliados... incluso por nuestros padres. Implica una discusión y por eso también tenemos que apuntar hacia un diálogo intergeneracional. Pasó esto, es verdad. Asumamos.

A G ­Como dice Gabriel, fueron tratos sistemáticos contra los gurises. Siempre cuento lo mismo: en los allanamientos las cosas que se llevaban sistemáticamente eran las fotos de bebés que había en la casa. No me pasó sólo a mí. Tengo dos fotos de cuando era bebé, todas las demás se las llevaron. El robo de los cuadernos de la escuela, la destrucción y robo de los juguetes. No era el simple hecho vandálico de llevarse todo, había cosas que no se llevaban, ¿por qué los cuadernos de la escuela?

*­¿Y vos cuando lo pensás ahora, qué explicación le encontrás?

A G ­Fue parte de una estrategia.

G O ­A ver... vos ibas a visitar a tu padre, te desnudaban, te hacían sacar las medias. Entrabas y le contabas eso a tu padre ¿cómo quedaba él? Fuimos víctimas y a través de nosotros torturaban a nuestros viejos. Ni más ni menos. Yo estuve en cautiverio, aunque no nací en la cárcel. No tenía quien me llevara a la guardería, no tenía familia. Se dio la casualidad –a los 30 años– que esta muchacha (señala a Marisa) con la hermana, nos iba a buscar y nos llevaba.

* ­¿Cómo es eso de la guardería?

M B ­Surge como necesidad de tener un lugar para que los que éramos niños en ese momento pudiéramos ser cuidados, alimentados, contenidos. Era nuestra casa. El lugar donde éramos felices, por eso lo guardamos clarísimo en la memoria. Hay gente que no puede entender cómo con 2, 3 años tenemos recuerdos bien frescos.

.*­¿Cuáles son esos recuerdos?

M B ­Los que quieras, todos. Hace poco nos llamaron para hacer un documental en homenaje a una veterana alemana que vivió acá y fue muy solidaria con nosotros. Fui con dos compañeras a un lugar en Colonia, a donde supuestamente íbamos en las vacaciones. Llegamos y estaba totalmente cambiado. Sin embargo, a partir de nuestra memoria pudimos ubicar el verdadero lugar, que no era esa casa a donde nos habían llevado sino otra a un quilómetro y medio de allí. Con la memoria –teníamos entre 3 y 4 años– los llevamos hasta la casa, aunque en la zona nadie pensaba que hubiera sido usada para ese fin.

G O ­Esas cosas a mí me quedaron colgadas, y hasta que no me encontré con ellas... también me pasó con madres que estuvieron con mi vieja y me decían pasó esto y aquello. Ese tipo de cuestiones me fueron encajando... alivian, te dejan tranquilidad. En su gran mayoría no son los mejores recuerdos. Pero al menos decís: yo tenía esta sensación, este recuerdo y ahora lo puedo cerrar, sé que es así. A partir de este grupo y otro que se había formado antes, de los chicos nacidos en cautiverio, a mí por lo menos me alivió.

* ­Recién dijiste que era el lugar donde “éramos felices”. ¿Qué era la felicidad en ese entonces?

M B ­Estar a salvo de que entraran los milicos y te rompieran toda la casa, el lugar de comer, de estar con tus hermanos, saber que te estaban cuidando otras mamás. Era un trabajo colectivo, maestras, dietistas, cocineras, todo un trabajo desde el amor, digamos.

G O ­Hubo amenazas de bomba y hubo que cerrarla. Mientras más mirás para atrás más claro te queda que fuiste víctima. Y en todo caso, si fuiste colateral, también sufriste.

A G ­Una cosa que manejamos en el grupo es que no hay un dolorímetro. Cada uno vivió lo que vivió y lo hizo de diferentes maneras. Pero hay cosas que son comunes a todos.

* ­¿Qué recuerdos tienen de las visitas en la cárcel?

G O ­Llegabas al hall del penal y tenías las fotos de los soldados muertos, abajo una frase de Artigas y una lista de cosas que no se podía tener en las celdas.

A G ­Los niños quedábamos solos. Niños de 5 años levantándose a las 4 de la mañana para ver al padre a las 11.30. O tenías visita a tal hora y te dejaban para lo último y al final te decían que no. Para entrar, primero había una revisión general en un galpón. Luego pasabas a donde entregabas los bolsos de todos y los paquetes. Hacías la fila, te hacían una revisión física, salías, empezabas a pasar los portones hasta un hall donde te identificabas. Esperabas la visita de adultos y luego entrabas a las de niños. Eso podía ser en el patio o en el sótano, que es un espacio más reducido, gris, húmedo. En un momento, tengo en la cabeza, habían permitido pintar el sótano con algunos motivos como mariposas o cosas por el estilo. Después lo pintaron de gris. Tengo el recuerdo de ver las maripositas luchando por salir de esa cosa gris.

G O ­La de mujeres era mucho más disfrutable, porque Punta de Rieles tenía una particularidad: entre ellas hablaban, ellos no podían. Recuerdo que papá me decía que no podía jugar con nadie...

M Y ­Cuando me acerqué al grupo eran casi todos hijos de presos y todos hablaban del penal, yo pedí para quedar última y dije que lamentablemente no había conocido el penal. Me miraron: “¿Cómo lamentablemente?”. Y claro, mi padre no llegó al penal. Mi tío cae con el mln.
Después de unos años, con un hábeas corpus sale a Chile, lo expulsan del país casi medio muerto. Cuando el golpe en Chile va a Argentina. Después de mi tío caen dos primas, a una la matan, acribillada, estaba embarazada de tres meses. Y la hermana presa. Mi hermana sale al exilio y en el 75 secuestran a mi padre. Muere en el 76, de un paro cardíaco pero a causa de la tortura,
yo tenía 13 años. Tuve una sola visita, en un cuartel. Me llevó una milica a una pieza vacía,
me sacó hasta la ropa interior, me dejó parada en un rincón, volvió y me dijo que esperara en la vereda, frente al cuartel. O sea que no me revisó a ver si entraba algo de contrabando, era la humillación lo que buscaba. Cuando murió mi padre, mi madre hizo un intento de autoeliminación, y hasta el día de hoy es una enferma psiquiátrica.
Mis dos abuelas mueren casi juntas... ni familia, ni amigos ni nada..
Teníamos árboles de durazno en el fondo y lo que comíamos era arroz blanco con durazno, lo único que había, porque el que trabajaba era mi padre. Mi madre o salía a buscar trabajo o a buscar a mi padre, eso era recorrer todo el país. Nunca había trabajado, salió a hacer limpiezas, lavar ropa, pescado. Yo dejé los estudios a los 15 años para salir a trabajar.

* ­¿Cómo viviste?

M Y ­Como pude.

Pasando de todo, miedo, hambre... Casándome para salir de ahí. Yo estaba en el pasaje de la escuela al liceo cuando murió mi padre, y no podía decir nada salvo “murió”, pero no cómo. Lo mismo me pasó con amigas íntimas, que se vinieron a enterar ahora, cuando hice la denuncia. Explicar significaba contar la historia, ¿y cómo la contaba? Si ni siquiera la tenía armada yo.

* ­¿Y cómo empezaste el proceso de rearmarte vos?

M Y ­Hasta hace dos años no tuve vida. Nunca tuve partido político, ni militancia política, pero sí milité para el voto verde, era una gurisa. Empecé con entusiasmo con el Comité de Base del barrio, esa cosa de gurisa que decías ¡todos van a votar verde!, y cuando no salió hice un intento de autoeliminación. Fui de fracaso en fracaso: se te presentan dificultades, no pude estudiar. Después me casé y él me apoyó para terminar el estudio.

G O ­Mi caso es muy parecido. Cuando tengo 4 años ya no puedo estar más con mi vieja en los cuarteles, la llevan a Punta de Rieles. Quedo con una hermana de 16. Y aparecimos en un pozo, para describirte donde vivíamos, porque entrar en detalles sería morboso. ¿Y como reconstruís? Yo no sé...

M Y ­Mi padre era una persona sumamente alegre, las fiestas de fin de año eran un jolgorio, baile, comida, guerrilla de agua... se lo llevan en octubre, en diciembre estaba desaparecido todavía. Desde ese día, diciembre del 75, hasta hoy, paso las fiestas sola. Cuando estaba con mi esposo pedía para trabajar de noche en las fiestas para no estar en casa. Y no lo puedo vencer, he hecho terapia y tengo donde ir. Pero no puedo. No creo que vaya a poder. ­Supongo, por las edades y el tiempo transcurrido, que los recuerdos también se presentarán a veces en forma de sensaciones, ¿es así?

A G ­El miedo como cosa constante. Me doy cuenta de que me acompaña hasta hoy, cuando pierdo control de la gente que tengo alrededor o la gente que quiero. Me pasa en espacios públicos. Viví con mi vieja hasta los 20 y pico largos, y antes de que se fuera a laburar yo me tenía que levantar y verla. No podía quedarme con la sensación de no verla antes de irse. ­También imagino que muchos deben haber sido niños más bien retraídos, raros, digamos, a los ojos de otros niños.

M B ­Algunos eran muy hiperactivos.

A G ­En mi caso tuve pocos amigos. En Honduras también, y jamás me salí del formato preestablecido: estamos acá porque mi vieja se vino a estudiar, después consiguió trabajo y como el trabajo era bueno se quedó. Y siendo más chicos, si alguien te preguntaba algo en la calle vos no decías ni dirección, ni nombre ni nada. Iba en el ómnibus y si alguien me decía ¿y vos cómo te llamás?, yo era Carlos Puig, no me preguntes de dónde saqué eso.

M B ­Ahí volvemos a lo que hablábamos hoy del desarrollo de una “doble personalidad”.
Había cosas que no ibas a hablar ni con un amigo, ni con el papá de un amigo, ni con la maestra, porque era peligroso.

M Y ­Aparte, digamos la verdad, recién a partir de este gobierno se empezó a hablar de que pasaron determinadas cosas. Antes no se hablaba nada, ni en el informativo. Ahora es todo más común, se pasa en los noticieros, los diarios.

A G ­La sociedad no se asume, no creo que vaya a decir que sabía lo que estaba sucediendo. Dicen: o nos pasó por arriba, o no me di cuenta... Pero se sabía lo que estaba sucediendo con los gurises en aquel momento.

* ­¿Vos sentís que cuentan pero sigue sin haber una reacción?

A G ­Cuando decís que se torturaron niños y adolescentes en este país te dicen:
“Ah, pero los niños eran hijos de...”. No, perdón. Acá hubo adultos que los metían presos y les colgaban cartelitos que decían “Madre de fulanito”. Y al que torturaban era al hijo. Pero esas historias están por ahí, pero ¿dónde está realmente asentada esa violencia?

M B ­En general no se pudo ver la realidad de los niños.

­Bueno, hoy temprano alguno dijo que a sus propios padres les cuesta ubicarlos en el lugar de víctimas.

M B ­Mucha gente de la clase política no sólo no lo entiende sino que lo discute y te dice que no. Que no fuiste víctima, fuiste hijo de una víctima

*­¿Les llama la atención que dentro del propio Frente haya esas diferencias sobre quién es víctima? ¿Cómo sienten eso?

M B ­Mal. Por ejemplo, tuvimos una entrevista con un diputado que cuestionó el surgir de los colectivos de derechos humanos en los últimos años y nos preguntaba dónde estaban estos colectivos antes, que estábamos surgiendo ahora porque se iba a votar una ley de reparación.*
Y la mayoría de quienes integramos esos colectivos nos estábamos rompiendo el lomo para que fueran gobierno. Ni más ni menos. Además de trabajar, sobrevivir, criar hijos.

G O ­No estaría bien negar esta historia. ¿por qué no se hace cargo este gobierno y la fuerza política? Capaz que hay compañeros más concienzudos que hacen su análisis, yo no sé en qué va. Pero no es algo que tengamos que descubrir nosotros. El quiebre lo tiene que hacer la sociedad, ¿qué tipo de responsabilidad le cabe al Estado?

M B ­El tema central es el reconocimiento y las garantías de no repetición. El tema de trabajar en salud, para nosotros es fundamental. Si te sacan del reconocimiento como víctima te sacan de todo lo demás. Hasta ahora todos nos hicimos cargo de nuestras terapias, de contener a tal o cual. Todos nos hicimos cargo de lo que el propio Estado generó.

* El proyecto de reparacioón integral presentado por Crysol propone que el Estado se haga cargo de la atención de dictadura.

Fuente Semanario Brecha/Recosur

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